El RBB ha logrado esta noche una victoria de prestigio ante el AC Milán, un titán europeo venido en los últimos años a menos, en un encuentro donde el principal protagonista ha sido el VAR. El renombrado sistema de arbitraje que desgraciadamente aun no estará disponible en LaLiga la temporada que viene, propició la victoria verdiblanca ya que ayudó al árbitro de la contienda a anular un gol en fuera de juego que había concedido inicialmente y conceder un penalti al Betis en los compases finales que no habría señalado sin la asistencia de la tecnología. La victoria de merito no debe sin embargo esconder las muchas carencias que sigue demostrando el equipo a nivel competitivo, dando todavía la sensación de que el innegociable sistema que quiere imponer Quique Setién para su Betis no cuenta con los efectivos necesarios. Siguen siendo groseros los errores en la salida de balón, cuesta un mundo superar las líneas de presión del rival, la medular no tiene clarividencia y el equipo rara vez se pone de gol. De inicio, el equipo saltó al Stadio Angelo Massiminio de Catania con un once formado por Giménez, Barragán, Mandi, Feddal y Tosca; Camarasa, De la Hoz y Guardado; Loren, Sergio León y Nahuel. El encuentro comenzó con alternativas en ataque, sin que el Betis sufriera demasiado las acometidas del coloso que tenía en frente. André Silva aprovechó una desaplicación defensiva para poner por delante al cuadro rossonero pero el VAR se encargó de invalidar el tanto que el arbitro había concedido en primera instancia. Justo antes de los minutos de hidratación Mandi estuvo a punto de inaugurar el electrónico de cabeza pero el balón se marchó desviado por poco. En el tramo final del primer acto asistimos a un nuevo intercambio de golpes que no se tradujo en gol por la falta de puntería de ambas escuadras. En la segunda parte Narváez reemplazó a Camarasa y alrededor de la hora de partido Setién dio la oportunidad a Joaquín, Brasanac, Fabián, Sanabria Pezzella y Navarro. Ya para el tramo final del encuentro saltaron al césped Redru y Francis. El conjunto milanista presionaba alto y al Betis le costaba mucho sacar el balón jugado sin cometer errores de bulto. Estas pérdidas en tres cuartos rompían el equilibrio continuamente y los puntos béticos se convertían en espectadores de excepción. Giménez tuvo que intervenir para que el empate siguiera campeando en el marcador hasta que apareció Fabián, que se sacó de la chistera un extraordinario zapatazo con la zurda desde fuera del área que se coló por la escuadra. El canterano sigue reivindicando su puesto a base de goles, empeñado el palaciego en contar con un puesto dentro de la renovada medular del conjunto heliopolitano. Lamentablemente, minutos después Brasanac cometió un ridículo y absurdo penalti que André Silva se encargó de anotar para devolver la igualada. Posteriormente, Joaquín y Bonucci pudieron decantar la balanza para sus equipos y cuando las tablas parecían el resultado definitivo sería el VAR de nuevo el que propiciaría la victoria verdiblanca. El arbitro observó en la pantalla una mano de uno de los zagueros que formaban la barrera que defendía la falta ejecutada por Joaquín, pena máxima ejecutada a la perfección por Sanabria para sellar la victoria bética. Una alegría que no debe despistar en absoluto las urgencias que tiene este bloqueo y que deben ser subsanadas de forma imperiosa antes del arranque liguero.
Fue aquella larga y cálida noche de verano, allá por el año 1977. El Real Betis Balompié logró coronarse campeón de la primera Copa del Rey, tras derrotar contra todo pronóstico a un rutilante Athletic de Bilbao. Aquella gesta afianzó ese Manquepierda inherente al club de las Trece Barras, ese aire mágico de una sociedad de ascendencia inequívocamente masónica. Nada de conformismo, siempre a por la victoria, incluso cuando los astros señalan que no es el día.
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