sábado, 12 de julio de 2014

¿Qué es el Betis?

   ¿Qué es el Betis? ¿Quién hace el Betis? ¿Quién perpetra sus designios? ¿Quién concibe su tragedia? ¿Por qué existe el Betis? Sino hubiera fútbol, ¿Existiría el Betis? ¿Dónde llega el hartazgo? ¿Cómo se dibujan los límites? ¿Quién es el causante de esta tradición autodestructiva? ¿El amparo incondicional de sus discípulos, la indulgencia de sus seguidores o tal vez una prescripción celeste? ¿Qué tendrá la sangre de su poltrona que atrae a los más desvergonzados de nuestro derredor?

  Resurgimientos y desmoronamientos, augurados o imposibles de vaticinar. A lo largo de esta centenaria historia hemos presenciado beticadas cuando lo racional era salir sacudidos e ignominiosos cachiporrazos cuando la temporada invitaba a disfrutar del florecimiento. Ni las alegrías ni las tristezas han llegado solas, nada es lo que parece cuando se habla del Real Betis Balompié, pero ¿es necesario conservar la singularidad de este club aunque ello impide administrar su fortuna con sensatez y renovación constante?

   Al Betis le toca renacer otra vez. La nueva temporada que comenzará a finales de agosto debe ser la del reencuentro con su indignada tropa de fieles, adeptos, incondicionales, incansables seguidores que, lejos de haberse distanciado, andan por ahí como locos, deseando perdonar a los suyos. Caminan cabizbajos tras haber soportado atónitos como el equipo de sus amores se derrumbaba de nuevo y caía con estrépito a segunda división pero un simple gesto les bastará para dispensar la infamia que protagonizaron los representantes del club la pasada campaña, en el césped y en los despachos.

    El Betis consumó a finales de abril el décimo primer descenso a segunda división de su centenaria historia y se convierte, tristemente, en el club que más veces ha repetido este desafortunado episodio. Hablar de mala suerte, por ende, sería una desatinada forma de entender los hechos. Existe algo en las entrañas de este club que le guía al infortunio una y otra vez y le hace reincidir en los mismos equívocos, las mismas irreflexivas planificaciones y los mismos descuidos. No es para nada anecdótico comprobar la cantidad indecente de dirigentes que lo único que han hecho a lo largo de los años es desgobernar, medrar, saquear, usurpar, malversar y despojar al club de sus bienes, con intereses estrictamente personales. No alcanzo a comprobar tampoco como, en la misma ciudad y con similar respaldo institucional y de masas, logran gestionar de manera destacada y consiguen custodiar la sonrisa de sus hinchas, agregando modelos de innovación y entendimiento, y colmando de ventura y éxitos sus vitrinas.

   Los Béticos estamos muy desencantados. Exigimos un club moderno, profesional, bien proyectado, con unas bases asentadas. Lo reclamamos porque es legítimo y porque es posible, sencillamente. Sobre todo reivindicamos un equipo libre de indeseables bandidos, queremos a los cuatreros lejos del Villamarín. No podemos ni siquiera imaginar que otra vez tengamos que asistir al despropósito de la pasada temporada. Es intolerable el desequilibrio existente entre la masa social y el desconcierto reinante en las entrañas del club. 

 Adelante, Betis. Un nuevo concepto es factible. Mantén el color, las barras, tu realeza y el Manquepierda, pero no le dés la espalda al progreso, no repudies tu ángel pero ten presente que un nuevo Betis es posible. Es Posible, Betis. Arranca de una vez por todas, el cielo lleva años esperando y no te decides a mantener el vuelo. Sabes que tienes el aliento de los tuyos, no permitas que se regodeen de la fragosidad de tus batacazos, no permitas que los desmoronamientos constituyan tu distintivo. Créetelo, Betis. 

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