La propuesta de la Comisión Antiviolencia, que sugirió ayer el cierre parcial del estadio Benito Villamarín, es desmedida y arribista. Todos los béticos con dos dedos de frente deseamos que nuestros dirigentes, esos politicuchos que tan fastuosamente viven a costa del fútbol y que tan pocas proposiciones aportan para convertirlo en una actividad civilizada, aprueben un severo castigo y cuantas medidas disciplinarias sean necesarias para expulsar de los estadios a los palurdos que hicieron apología de la violencia de género en los encuentros disputados ante la SD Ponferradina y el Girona FC. Lo que no toleramos es que se castigue a un colectivo bienintencionado por el dislate de unos pocos y desde luego no estamos dispuestos a que estos políticos que nos desgobiernan se empeñen ahora en mostrar medidas ejemplarizantes con el Real Betis Balompié.
Fue aquella larga y cálida noche de verano, allá por el año 1977. El Real Betis Balompié logró coronarse campeón de la primera Copa del Rey, tras derrotar contra todo pronóstico a un rutilante Athletic de Bilbao. Aquella gesta afianzó ese Manquepierda inherente al club de las Trece Barras, ese aire mágico de una sociedad de ascendencia inequívocamente masónica. Nada de conformismo, siempre a por la victoria, incluso cuando los astros señalan que no es el día.
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