Están dando mucho que hablar los inadmisibles cánticos que profirieron el pasado sábado en Villamarín algunos de los inconscientes vándalos que intentan representar al Betis desde su butaca de gol sur. Es también completamente cierto que apesta de forma irritante la relevancia que le han dado al asunto estos políticos que irresponsablemente elegimos en las urnas. Ellos, expertos en atisbar el despojo, ahora salen al paso del incidente con el único objetivo de saquear votos, sobre todo el de las mentes más endebles.
Es cierto que los cánticos del pasado sábado deben ser denunciados y castigados. Para ello, comités, federaciones, dirigentes de cualquier índole, destinen medios para localizar a todos aquellos que ejercieron desacertadamente el derecho a la libre expresión de sus ideas, pero no vuelvan a castigar a una mayoría civilizada y prudente que acude al estadio para animar a su equipo y pasar un buen rato. Dejen a un lado ese podrido fariséismo que se enfundan cada mañana y atajen el toro por los cuernos.
¿Acaso van ahora a castigar a todos aquellos que se acuerdan repetidamente de la madre del trencilla? ¿Podrán erradicar de los campos los deplorables comportamientos en los que unos insensatos se atreven a relacionar la calidad humana con el color de la piel? ¿Y a aquellos indeseables que se mofaron de la desventura de un chaval que perdió la vida en un campo del sur de España? ¿Tienen estos casos la misma trascendencia para ustedes?
Honestamente, sin querer restarle importancia al incidente, creo que muy pocos en el estadio fueron capaces de escuchar la abominable defensa que los Supporters hicieron de su jugador emblema a costa de ofender salvajemente a su exnovia, presuntamente maltratada. Muchos como yo nos enteramos de todo por la prensa, esa que le asigna envergadura a los acontecimientos según sus intereses y nos azuzan como a becerros ignorantes. Algunos dirigentes salieron al paso tras la repercusión que algunos plumillas le otorgaron a un grupo de feministas que se olvidan de que Rubén Castro todavía tiene que ser juzgado. Por todo ello, gobernantes, sancionen, utilicen estos sucesos con penalizaciones moralizantes pero acudan sin ambages al meollo del asunto y déjense de medias tintas y fingidas poses mediáticas.
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