Molina cinco estrellas |
Las conclusiones que se puedan extraer del partido celebrado anoche en Villamarín no estarán completas sino se observan los múltiples matices que de ellas se infieren. Es cierto que el RBB fue superior a su rival a lo largo y ancho del encuentro, es cierto que el resultado es justo, es cierto que el Girona FC tan sólo se acercó a la meta de Adán en dos ocasiones, una en cada tiempo, es cierto que los hombres de Mel buscaron con ahínco los tres puntos y es cierto que la presión del conjunto dirigido por Pablo Machín nunca fue suficiente para frenar las acometidas béticas, muchas veces cándidas e infecundas. Pero no es menos cierto que el equipo sigue funcionando a ráfagas, que cuando consigue abrir brecha en el luminoso se viene abajo y se incrusta en su parcela y que hay determinados jugadores que pasan por un momentos de juego y/o ánimo alarmante y que no estaría de más condenarlos a un merecido banquillazo.
El partido comenzó con brío. El Girona aguardaba en su campo con una defensa conformada por tres centrales y dos extremos de largo recorrido. Mel había decidido situar a Lolo Reyes y a N´Diaye por el centro, con Ceballos y Portillo incrustados en las alas. El chileno está presente en casi todas las lides pero flaquea en la salida de balón. N´Diaye es un jugador atolondrado, escasamente dotado y que lo cede todo a su impresionante presencia. Ceballos en la banda pierde potencial y Portillo poco a poco va adquiriendo peso y es el que más y mejor conectó con una vanguardia, donde Rubén Castro atraviesa un momento de debilidad emocional que se adivina en su falta de puntería y sus miradas a ninguna parte de pura desesperación. Afortunadamente, Jorge Molina acude al rescate con instantes de fútbol de alta escuela y definición deslumbrante de cara al marco oponente. Los tres puntos cosechados ayer, como los que debieron de subir al casillero la semana pasada en tierras manchegas si la imprudente decisión del juez de línea no se hubiera entrometido, se engendraron en los cordones de sus botas.
En el primer acto, el Betis se fue a por el partido sin complejos, a sabiendas de la importancia del botín que había en juego. Muy pronto Molina se plantaba solo delante de Becerra pero no era capaz de elevarle el esférico en su desesperada salida. A renglón seguido, una estirada de Adán desbarataba las intenciones de Sandaza, que se había aprovechado del incomprensible error de Rodas. El central levantino ni transmitió seguridad ni se impuso por arriba a pesar de su extraordinaria envergadura. El conjunto gerundense no volvió a inquietar el marco local. Minutos después era Varela el que probaba al meta catalán. El lateral canterano sigue sin aportar solvencia en su parcela y no ofrece las garantías indispensables para adueñarse de un puesto que solo ostenta debido a las escasas prestaciones que ofrece Casado y a la grave lesión de Álex Martínez. Las mejores ocasiones no llegaron hasta que se alcanzó la media hora de juego. Molina lo hacía de cine, se la servía un poco pasada a Portillo y era finalmente Molinero el que de fuerte derechazo enviaba el balón al poste. Sin solución de continuidad, Portillo servía un balón de oro por encima de los centrales pero la ejecución de Castro se marchaba junto al palo derecho de Becerra, en la seguramente más clara ocasión de los primeros cuarenta y cinco minutos.
Tras la reanudación, el equipo no supo mantener el ritmo del tramo final del primer tiempo. El equipo despertó tras un robo de de Ceballos, uno más, que supo colocar el balón en el corazón del área y Rubén Castro, tras recoger el rechace del central Lejeune, volvía a poner en aprietos la meta del Girona FC. Becerra truncaba de nuevo las intenciones de los atacantes verdiblancos. Rondaba la hora de partido y Rubén Castro recogía el cuero cerca de la medular, prolongaba sobre Ceballos que, en semifallo, se la ponía a Molina y el alcoyano, tras sentar a Lejeune en una maniobra marca de la casa, hacía inútil la estirada del portero para inaugurar el marcador. Lo más difícil se había logrado. Castro pudo haber abierto más hueco en el marcador pero de nuevo se le marchó algo desviado su lanzamiento, cuando Rennella, que había entrado en el terreno de juego supliendo a Portillo, entraba solo para empujarla. Instantes después, la presión de los delanteros recogía los frutos y Fabián (ojo a este muchacho, todo lo que sale de sus botas es sobresaliente) recogía el mal despeje del zaguero rojiblanco y le servía un balón a Molina, quien controló en la zona fatídica y tras un gran chut estrellaba el balón contra el poste, aunque el rechace lo recogía Ceballos, como ya lo hiciera jornadas atrás ante el Sabadell, y la empujaba al interior de la jaula. Apoteosis.
Inconmensurable. |
El encuentro parecía estar finiquitado pero cuando se cumplía el tiempo reglamentado Granell ejecutó con gran maestría una falta que se coló por la escuadra sin que la estirada de Adán pudiera hacer nada para evitar el gol. En el descuento hubo algo de nervios, algo que parece intrínseco a la existencia del conjunto verdiblanco, pero finalmente los puntos y el golaverage se quedaron en casa para deleite de una sufrida parroquia.
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