El RBB ha goleado esta noche al Levante UD (4-0) después de una segunda parte memorable en la que el bloque adiestrado por Quique Setién pasó por encima de un dignísimo rival, un bloque bien asentado que no pudo hacer frente al aluvión que se le vino encima. Fiel a sus señas de identidad, practicando un fútbol profundo basado en toque y más toque, circulación rápida, contundencia y efectividad de cara al marco, el Betis aniquiló al cuadro de Orriols en los primeros veinte minutos del segundo acto, dejando el resto para deleite de su fiel infantería. El aficionado bético se está acostumbrado esta temporada a vivir momentos de gloria balompédica, sensación que no se saboreaba por estos lares desde hacía muchísimos años, demasiados para una entidad tan grande en lo social. Más de 48.000 espectadores se dieron cita esta noche de lunes a ver a su equipo. Podrían haberlo visto por televisión pero se empeñaron de nuevo en convertir el remozado Benito Villamarín en una auténtica caldera a presión. Esta fidelidad se vio recompensada con un portentoso despliegue de autoridad exhibido, haciéndose acreedor el club de las Trece Barras por fin al enorme cariño de los suyos. Todas las dudas suscitadas en la previa con las rotaciones, los automatismos, los cambios de sistema y cualquier otra fantochada que se nos haya ocurrido para intentar describir la valiente propuesta de Setién han saltado de nuevo por los aires tras la esplendorosa clase maestra desplegada sobre el rectángulo de juego. El técnico cántabro desenrolló su plan a la perfección, huyendo de la euforia desatada tras la histórica victoria en el Bernabéu y destrozando a un rival que llegaba invicto a Heliópolis.
Como viene siendo habitual, los que juegan a adivinos erraron en las cábalas para el once inicial. Y parece que van a seguir haciéndolo. Adán defendía el marco, aunque esta noche fue un espectador más; Amat entró en el puesto de Feddal, que vio el encuentro desde el banquillo. Como era de prever, Fabián reemplazó al lesionado Camarasa, formando medular junto a Javi García y Guardado. Joaquín jugaba a pierna cambiada pegado a la cal y arriba formaban Sanabria y Sergio León. Sorprendió a todos la aparición de ambos atacantes desde el comienzo, cierto es que era la primera vez que el preparador bético utilizaba este dibujo. El primer tiempo fue anodino, de juego lento, sin ocasiones de peligro. El Betis se empeñaba en manejar posesiones largas y el Levante aguardaba atrás intentando cazar una contra o aprovecharse de un error. Guardado casi siempre jugaba de espaldas al marco, Fabián filtraba pocos pases y Javi García se incrustaba entre los centrales, que jugaban abiertos. Los carrileros apenas comparecían en parcelas atacantes y el equipo se resentía. Creo que no le venía demasiado bien al equipo que Joaquín jugara por la izquierda cuando el portuense donde hace daño de verdad es por su banda natural. En el tramo final del primer tiempo se pudo ver lo mejor del equipo en ataque gracias a un par de centros al balcón del área que se quedaron en nada. Sergio León estuvo a punto de convertir la situación más clara de los primeros cuarenta y cinco minutos pero su zapatazo se estrelló contra el lateral de la red. En definitiva, la falta de claridad en los metros finales de los verdiblancos propició que se llegará al descanso con el empate inicial, con un rival enfrente que prefería parapetarse. El cuadro valenciano interpreta perfectamente el discurso futbolístico planteado por su técnico, Juan Ramón López Muñiz, responsable de las buenas prestaciones mostradas hasta ahora por este recién ascendido.
Tras el paso por vestuarios llegó la apoteosis verdiblanca. Del fútbol espeso se pasó al colorismo. A los dos minutos de la reanudación Sanabria logró abrir la lata, cabeceando a la red con suficiencia un perfecto servicio telegrafiado desde la derecha por Sergio León. La jugada es un prodigio de control, toque, velocidad y verticalidad en la que el equipo mostró de forma coral virtudes que autorizan forzosamente a soñar. La grada, disfrutaba de lo lindo, alborozada, frotándose los ojos, ajena a lo que estaba por venir. Exultantes, sin habernos todavía recuperado de la alegría provocada por ese prodigio de gol que puso al Betis en franquicia en el marcador, asistimos a otra jugada para enmarcar. Más de dos minutos de posesión, treinta y tantos toques y la guinda del golazo de Fabián. El palaciego, un futbolista al que su cesión en Elche lo ha transformado absolutamente, condujo el balón hasta frontal a ritmo vertiginoso, zancada majestuosa y con toda la mordiente del mundo, culminando su galopada con un tiro cruzado que hizo imposible la estirada de Raúl. Fabián celebró el gol por todo lo alto para terminar fundiéndose en un emotivo y esclarecedor abrazo con Setién, que había acudido con la sonrisa de un niño a celebrar el tanto con sus hombres. El Levante por entonces era un juguete desmadejado y el Betis rayaba a una altura superlativa. La medular, liderada imperialmente por Javi García, uno de los mejores cinco que uno ha tenido la oportunidad de ver en su vida, manejaba el choque a su antojo. Si por algo se está definiendo este equipo es por la ausencia de relajación y en esta ocasión no fue distinto. Siguió el Betis buscando huecos en la ya mermada estructura levantinista y al poco de superarse la hora de partido Sergio León remachó a placer el excelente pase filtrado por Durmisi desde la izquierda. El danés penetró como cuchillo en mantequilla, volviendo a dejar muestras de esa velocidad endiablada que atesora en las piernas, y habilitó con brillantez al delantero de Palma del Río, que no perdonó en boca de gol. Partido visto para sentencia. Por entonces, Rafa Navarro había sustituido a Barragán, que rayó a un nivel extraordinario, y posteriormente fue el turno de Tello y Nahuel, que reemplazaron a Joaquín y Sergio León, que abandonaron el partido bajo una estruendosa ovación. A punto estuvo Nahuel de hacer el cuarto pero el arquero granota anduvo esta vez atinado para desbaratar el peligro. En el descuento, Sanabria volvería a ver puerta, culminado otra excelente jugada personal de Fabián, un coloso en la noche de hoy. Valoraciones tácticas al margen, Setién está logrando enchufar a todo el plantel, nadie desentona, ni técnica ni anímicamente. No parece demasiado meritorio lograr que los muchos jugadores buenos que han llegado este verano rindan a este nivel pero lo que nadie podrá discutirle al santanderino es la capacidad para hacer grandes a los que no parecían serlo hasta ahora, algo que pocos imaginaban. Pies al suelo, que no pare la fiesta.