Mateu Lahoz fue esta noche un escollo demasiado grande de superar para el RBB. El colegiado valenciano influyó depravada y decisivamente en el devenir de los acontecimientos tras firmar un arbitraje plagado de atropellos que lastró al conjunto verdiblanco. Es difícil no estimar fraude y mala intención por parte del juez de la contienda cuando decide dejar sin sanción la escandalosa entrada de Keylor Navas a Brasanac. Este lance aconteció cuando el luminoso del estadio de Chamartín reflejaba aún el empate inicial y hubiera supuesto la expulsión del guardameta blanco, circunstancia que indiscutiblemente hubiera cambiado el escenario del choque. Como afirmó Dani Ceballos en zona mixta, para castigar la jugada hacía falta valentía y ganas de impartir justicia, cualidad muy pasada de moda cuando te enfrentas a los grandes. Ni mucho menos quedó ahí la cosa. El singular trencilla dejó sin señalar un claro penalti en una jugada que no ofrece discusión alguna y que tuvo como protagonistas a Carvajal y Sanabria.
Tal y como se observa en las imágenes, el lateral toma la trayectoria contraria a la descrita por el balón con el único objetivo de frenar en seco la internada del ariete paraguayo. Más. A nadie se le escapa que Marcelo debió haber visto la segunda cartulina amarilla, ya en los estertores del choque, por las entradas a destiempo y por detrás que empleó para derribar a Ceballos. En este caso, el polémico réferi debió haber empleado el mismo criterio que le sirvió para expulsar a Piccini tan solo unos minutos antes pero una vez más se sintió abrumado por el color de la camiseta. Por último, no puedo creer en la honestidad del árbitro si deja sin sancionar la alevosa agresión (empujón y patada) con la que Ronaldo se libró de la presencia de Ceballos, teniendo en cuenta además que el balón discurría en otra zona del campo. Esta sucesión de "despistes" resulta inadmisible e irritante, tanto como los errores de los centrales verdiblancos en los dos goles merengues, el escaso protagonismo que siempre tiene el balón en este equipo o la espantosa falta de calidad de la mayoría de jugadores para hacer circular el balón y mantener la posesión. No es cuestión solo de poner excusas a la derrota bética pero la canallada perpetrada esta noche por el estamento arbitral vuelve a poner de manifiesto el repugnante sistema de protección que ha amparado desde siempre al conjunto capitalino.
En los prolegómenos del encuentro se guardó un respetuoso y emocionante minuto de silencio por la reciente muerte del mítico jugador Raymond Kopa. Víctor Sánchez del Amo se decidió en esta ocasión por un 5-3-2, con la línea defensiva habitual, una medular formada por Brasanac, Ceballos y Rubén Pardo, y una línea atacante compuesta por Castro y Sanabria. Los compases iniciales fueron de dominio netamente local. El Betis tardó en asentarse en el campo en esta noche fría, seguramente arredrado por el imponente escenario en el que se desarrollaban los acontecimientos. Afortunadamente, esa falta de intensidad no pasó factura y el Madrid no tradujo en gol alguno de los muchos acercamientos de los que disfrutó. Poco a poco, el Betis fue desperezándose y comenzó a tocar con algo de sentido en zona enemiga. Durmisi comenzó a prodigarse por el costado izquierdo y Brasanac, omnipresente, facilitó con su empuje las tímidas llegadas de su equipo. Rubén Castro fue el primero que hizo trabajar a Navas, pero el disparo del canario, muy tapado por la defensa blanca, le llegó mansamente al tico. Instantes después llegó la jugada de la desvergüenza. Rubén Pardo trazó un excelente pase en diagonal, viendo la posición de Brasanac, y el serbio fue arrollado por el meta madridista en su salida, frenando su proyección en solitario a la portería. Mateu Lahoz, ante la mirada atónita de propios y extraños, ni señaló falta ni expulsó al cancerbero local. Estupefactos aún con el desenlace de la jugada llegó el tanto bético. Durmisi llegó como un puñal a línea de fondo y colocó un perfecto pase al punto de penalti que fue rematado de forma defectuosa por Sanabria pero Keylor Navas, rubricando la jugada tonta de la noche, dejó escapar un balón que tenía prácticamente blocado. El Betis continuó jugando sin mayores sobresaltos hasta que comprobó que los abusos del árbitro no iban a concluir hasta que la balanza no se desnivelara del lado opulento. Fue cuando Carvajal derribó de forma clamorosa a Sanabria dentro del área, desentendiéndose del balón para ello. Lastimosamente, Mateu no quiso saber nada del asunto e instantes después llegó la jugada del empate local. Marcelo, una pesadilla para Piccini durante toda la primera mitad, colocó un perfecto centro desde la izquierda que fue cabeceado a placer por Ronaldo, sin que nadie de la línea de centrales fuera capaz de deshacer el peligro. Empate al final del primer acto con empate y con indignación en el vestuario hispalense.
A pesar de las tropelías sufridas en el primer acto por el señor del pito, el paso por vestuarios no le sentó del todo mal a los hombres de VSDA. Sin embargo, una decisión arbitral volvería a empañar el transcurso de la pelea. Cristiano Ronaldo, ahogado por la presencia de un incómodo Ceballos, decidió zafarse de la presión con un empujón y una patada sin balón en los mismos morros del colegiado, jugada que, ni que decir tiene, quedó sin sanción. El Betis se parapetaba atrás con mucho orden e impedía que prosperara alguna de las lentas e inofensivas acometidas locales. Además, el equipo taponaba la salida de balón en campo contrario gracias a una fuerte presión. Ronaldo pudo haber deshecho la igualada hasta en dos ocasiones, de hecho en la primera de ellas el balón acabó en el fondo de las mallas pero el asistente invalidó la jugada de forma acertada ya que la pierna del luso se encontraba ligeramente adelantada a la posición de Piccini en el momento del pase. Sobrepasada la hora de partido, Víctor movió por primera vez el banquillo, retirando del terreno de juego a Rubén Castro, muy desacertado y poco participativo en el juego del equipo, y dando entrada a Petros. El tiempo transcurría sin demasiadas tensiones en el área de Adán cuando a falta de diez minutos para la conclusión se produjo la expulsión de Piccini, tras ver la segunda amarilla por frenar de forma manifiesta una contra conducida por Lucas Vázquez. La expulsión del italiano desajustó momentáneamente la línea defensiva, momento que aprovechó Ramos para cabecear a placer un córner botado por Kross y subir de este modo el segundo de su equipo al marcador. En los compases finales del encuentro VSDA dio entrada a Rafa Navarro por Mandi, que sufrió un esguince en su tobillo, y Álex Alegría, que reemplazó a un agotado Brasanac. El mismo principio de justicia empleado para expulsar a Piccini es el que hubiéramos deseado los béticos cuando llegó la hora de mostrar la segunda amarilla a Marcelo. El brasileño asestó dos duras entradas por detrás a Ceballos pero la justicia a ciertos niveles se convierte en una quimera que no deja de enfurecer al pobre. En el descuento pudo haber llegado el empate de no ser por una parada inconmensurable de un Keylor Navas que debería estar duchado hacía muchos minutos. El centro de Durmisi desde la izquierda superó a un desajustado Sergio Ramos y el cabezazo de Sanabria fue sacado in extremis por el meta costarricense, impidiendo un empate que hubiera sido el menor de los premios merecidos esta noche por el Betis en el Santiago Bernabéu. Para la historia queda el atraco sufrido de forma indigna por el Betis a manos de un árbitro pusilánime y desvergonzado que destrozó el espectáculo e influyó con sus decisiones en el resultado final.
Tal y como se observa en las imágenes, el lateral toma la trayectoria contraria a la descrita por el balón con el único objetivo de frenar en seco la internada del ariete paraguayo. Más. A nadie se le escapa que Marcelo debió haber visto la segunda cartulina amarilla, ya en los estertores del choque, por las entradas a destiempo y por detrás que empleó para derribar a Ceballos. En este caso, el polémico réferi debió haber empleado el mismo criterio que le sirvió para expulsar a Piccini tan solo unos minutos antes pero una vez más se sintió abrumado por el color de la camiseta. Por último, no puedo creer en la honestidad del árbitro si deja sin sancionar la alevosa agresión (empujón y patada) con la que Ronaldo se libró de la presencia de Ceballos, teniendo en cuenta además que el balón discurría en otra zona del campo. Esta sucesión de "despistes" resulta inadmisible e irritante, tanto como los errores de los centrales verdiblancos en los dos goles merengues, el escaso protagonismo que siempre tiene el balón en este equipo o la espantosa falta de calidad de la mayoría de jugadores para hacer circular el balón y mantener la posesión. No es cuestión solo de poner excusas a la derrota bética pero la canallada perpetrada esta noche por el estamento arbitral vuelve a poner de manifiesto el repugnante sistema de protección que ha amparado desde siempre al conjunto capitalino.
En los prolegómenos del encuentro se guardó un respetuoso y emocionante minuto de silencio por la reciente muerte del mítico jugador Raymond Kopa. Víctor Sánchez del Amo se decidió en esta ocasión por un 5-3-2, con la línea defensiva habitual, una medular formada por Brasanac, Ceballos y Rubén Pardo, y una línea atacante compuesta por Castro y Sanabria. Los compases iniciales fueron de dominio netamente local. El Betis tardó en asentarse en el campo en esta noche fría, seguramente arredrado por el imponente escenario en el que se desarrollaban los acontecimientos. Afortunadamente, esa falta de intensidad no pasó factura y el Madrid no tradujo en gol alguno de los muchos acercamientos de los que disfrutó. Poco a poco, el Betis fue desperezándose y comenzó a tocar con algo de sentido en zona enemiga. Durmisi comenzó a prodigarse por el costado izquierdo y Brasanac, omnipresente, facilitó con su empuje las tímidas llegadas de su equipo. Rubén Castro fue el primero que hizo trabajar a Navas, pero el disparo del canario, muy tapado por la defensa blanca, le llegó mansamente al tico. Instantes después llegó la jugada de la desvergüenza. Rubén Pardo trazó un excelente pase en diagonal, viendo la posición de Brasanac, y el serbio fue arrollado por el meta madridista en su salida, frenando su proyección en solitario a la portería. Mateu Lahoz, ante la mirada atónita de propios y extraños, ni señaló falta ni expulsó al cancerbero local. Estupefactos aún con el desenlace de la jugada llegó el tanto bético. Durmisi llegó como un puñal a línea de fondo y colocó un perfecto pase al punto de penalti que fue rematado de forma defectuosa por Sanabria pero Keylor Navas, rubricando la jugada tonta de la noche, dejó escapar un balón que tenía prácticamente blocado. El Betis continuó jugando sin mayores sobresaltos hasta que comprobó que los abusos del árbitro no iban a concluir hasta que la balanza no se desnivelara del lado opulento. Fue cuando Carvajal derribó de forma clamorosa a Sanabria dentro del área, desentendiéndose del balón para ello. Lastimosamente, Mateu no quiso saber nada del asunto e instantes después llegó la jugada del empate local. Marcelo, una pesadilla para Piccini durante toda la primera mitad, colocó un perfecto centro desde la izquierda que fue cabeceado a placer por Ronaldo, sin que nadie de la línea de centrales fuera capaz de deshacer el peligro. Empate al final del primer acto con empate y con indignación en el vestuario hispalense.
A pesar de las tropelías sufridas en el primer acto por el señor del pito, el paso por vestuarios no le sentó del todo mal a los hombres de VSDA. Sin embargo, una decisión arbitral volvería a empañar el transcurso de la pelea. Cristiano Ronaldo, ahogado por la presencia de un incómodo Ceballos, decidió zafarse de la presión con un empujón y una patada sin balón en los mismos morros del colegiado, jugada que, ni que decir tiene, quedó sin sanción. El Betis se parapetaba atrás con mucho orden e impedía que prosperara alguna de las lentas e inofensivas acometidas locales. Además, el equipo taponaba la salida de balón en campo contrario gracias a una fuerte presión. Ronaldo pudo haber deshecho la igualada hasta en dos ocasiones, de hecho en la primera de ellas el balón acabó en el fondo de las mallas pero el asistente invalidó la jugada de forma acertada ya que la pierna del luso se encontraba ligeramente adelantada a la posición de Piccini en el momento del pase. Sobrepasada la hora de partido, Víctor movió por primera vez el banquillo, retirando del terreno de juego a Rubén Castro, muy desacertado y poco participativo en el juego del equipo, y dando entrada a Petros. El tiempo transcurría sin demasiadas tensiones en el área de Adán cuando a falta de diez minutos para la conclusión se produjo la expulsión de Piccini, tras ver la segunda amarilla por frenar de forma manifiesta una contra conducida por Lucas Vázquez. La expulsión del italiano desajustó momentáneamente la línea defensiva, momento que aprovechó Ramos para cabecear a placer un córner botado por Kross y subir de este modo el segundo de su equipo al marcador. En los compases finales del encuentro VSDA dio entrada a Rafa Navarro por Mandi, que sufrió un esguince en su tobillo, y Álex Alegría, que reemplazó a un agotado Brasanac. El mismo principio de justicia empleado para expulsar a Piccini es el que hubiéramos deseado los béticos cuando llegó la hora de mostrar la segunda amarilla a Marcelo. El brasileño asestó dos duras entradas por detrás a Ceballos pero la justicia a ciertos niveles se convierte en una quimera que no deja de enfurecer al pobre. En el descuento pudo haber llegado el empate de no ser por una parada inconmensurable de un Keylor Navas que debería estar duchado hacía muchos minutos. El centro de Durmisi desde la izquierda superó a un desajustado Sergio Ramos y el cabezazo de Sanabria fue sacado in extremis por el meta costarricense, impidiendo un empate que hubiera sido el menor de los premios merecidos esta noche por el Betis en el Santiago Bernabéu. Para la historia queda el atraco sufrido de forma indigna por el Betis a manos de un árbitro pusilánime y desvergonzado que destrozó el espectáculo e influyó con sus decisiones en el resultado final.
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