miércoles, 8 de marzo de 2017

Deportivo vs Betis (1-1)


   ¡Qué disparate! No creo que haya alguien todavía que pueda defender este esperpento. A estas alturas del campeonato, incluso los desmañados gestores que malgobiernan la nave verdiblanca habrán sido capaces de vislumbrar ya el futuro inmediato del club sin contar con Víctor Sánchez del Amo. Cuando el técnico madrileño recogió el desastre en el que se había convertido el equipo con Poyet al mando, logró en pocas jornadas solucionar una pequeña parte del desaguisado que había organizado el uruguayo, lo admito. En poco tiempo supo reconducir la situación y sosegó los encrespados ánimos de amplios sectores de la afición que claman desde hace tiempo por un cambio definitivo. Los primeros resultados llegaron pronto, se instauró el orden en las líneas y empezaron a ser alineados los pocos jugadores realmente buenos que tiene el equipo. En definitiva, hizo lo que cualquiera hubiera hecho con un poco de sentido común, sin tener porque ser un ilustrado en esto del balompié. Los más optimistas llegaron a creer factible la aspiración oficial del club de acabar la temporada entre los 10 primeros.
Sin embargo, todas estas medidas han resultado ser flor de un día y de ningún modo han podido ocultar la dura realidad. Esta tarde en La Coruña se han despejado todas las dudas de forma cruel y palmaria: VSDA ha demostrado ser un técnico rácano, no tiene  ambición, valentía, recursos para gestionar cada momento del partido, capacidad para imbuir el hambre en los jugadores y en modo alguno puede ser el técnico que la temporada que viene capitanee el enésimo intentó de colocar al club a la altura de su potencial. Otro detalle. El madrileño arribó al Villamarín de la mano de Torrecilla, como Poyet. La llegada de ambos como piedras angulares del proyecto ha resultado ser un fracaso de consideración, motivo por el que el salmantino debiera enfilar también la puerta de salida. Puede resultar descabellada la idea de cambiar año tras año el grupo humano que maneja la dirección deportiva, lo acepto también. No desaprobaría por ello que le otorgasen a Torrecilla un año más de gestión, a sabiendas de que haber puesto en las manos equivocadas los designios del club dos veces en la misma temporada puede considerarse cuanto menos funesto. El Consejo merece un capítulo aparte. A la reconocida incapacidad (reconocida por ellos mismos) hay que sumar la nula destreza demostrada para rodearse de gente de fútbol que tenga independencia para trabajar. En definitiva, panorama poco halagüeño el que se dibuja en torno al club de las Trece Barras. Nada nuevo. Los mimbres son de una deplorable debilidad y el talento para encabezar a la entidad brilla por su ausencia.

   Comparecía el Betis esta tarde en el estadio de Riazor para la disputa del encuentro aplazado de la jornada 21 del campeonato que se tenía que haber jugado el pasado 3 de febrero y tuvo que ser  suspendido después de que el temporal que azotaba a la capital gallega desprendiera parte de la cubierta del estadio. Se veían las caras dos técnicos que habían dirigido no hacía demasiado tiempo al equipo que hoy tenían en frente. Se hacía extraño ver a Mel defendiendo los destinos herculinos, sin añoranzas ni sentimientos nostálgicos de por medio. Simplemente, era raro. Víctor salió de inicio con su tristemente habitual esquema de cinco defensas, con dos laterales largos, cuatro centrocampistas y un punta, en este caso Sanabria, como islote en tareas ofensivas. El conservadurismo a ultranza pierde su razón de ser si es concebido como sistema de juego innegociable. Esta irracional apuesta acarrea lecturas erróneas y planas de los partidos, se descuidan propuestas alternativas de valor real y el equipo se cae si vienen mal dadas. Desconozco si alguien en las oficinas del Villamarín le ha explicado a Víctor que ser técnico del Betis pasa por el innegociable empeño de aspirar a todo el botín en juego, siempre, aunque para ello haya que asumir riesgos, adelantar filas, abrir el campo o fortalecer las zonas de creación. Los verdiblancos salieron mandones, dominando buena parte del primer acto, manejando la posesión e impidiendo que los locales se aproximaran al área. Sin embargo, el choque tenía el ritmo propio de dos equipos que están ubicados en la zona baja de la clasificación. El Betis jugaba cómodo pero evolucionaba en zonas de nula trascendencia para el marcador. Faltaba rapidez, frescura, verticalidad, pase, fuerza. En este contexto siempre emerge Dani Ceballos, el único capaz de inventar y cambiar el sino del encuentro. Rubén Pardo regresó al once pero se le vio durante muchas fases del encuentro enfrascado en tareas defensivas y apenas contribuyó aisladamente al juego atacante más que con algún pase en largo. Donk ralentiza la circulación de balón de forma superlativa y rara vez impone su poderío físico. Un fiasco de futbolista. En el tramo final de la primera mitad comenzaron a asomar los locales. Andone empezó a crearle problemas a la zaga y en una de estas llegadas el balón se estrelló en el palo tras el despeje de Mandi. Casi al final, el ex bético Juanfran soltó un zapatazo desde la frontal pero el tiro salió centrado y Adán, con muchos apuros, desvío a córner. Con estos dos sustos concluyó la primera mitad.

   Tras el descanso, el escenario apenas varió. El Deportivo continuaba cercando el área de Adán y a punto estuvo Çolak de inaugurar el luminoso, mediante un tremendo disparo que el meta verdiblanco desbarató con una excelente intervención. A la hora de partido Petros reemplazó a un inoperante Donk. Los gallegos llegaban con demasiada facilidad. Cuando menos lo esperaba el aficionado apareció Piccini para romper la igualada. La jugada nació en un córner y el transalpino supo estar en el sitio preciso para recoger el balón despejado. Tuvo tiempo el lateral para controlar y su disparo, tras tocar en Borges, despistó a Lux y acabó en el fondo de las redes. Quedaban 20 minutos por delante y el equipo tenía la labor de administrar la ventaja recién adquirida. Los locales se resintieron con el gol y el Betis pudo haber cerrado la contienda pero ni Ceballos ni Sanabria supieron definir. A cinco minutos para la conclusión Víctor movió el banquillo y aquí se desencadenó la tragedia. Retiró del terreno de juego a Brasanac y Pardo e ingresaron Álex Martínez y Rafa Navarro. Amontonar jugadores atrás no sirvió para mantener un resultado que se antojaba injusto a tenor de los exhibido por unos y otros. Andone, primero, y Joselu, al poco de pisar el verde de Riazor, estuvieron a punto de igualar el marcador. Con el tiempo ya cumplido, el arbitro se atrevió a señalar a Pezzella un muy discutido penalti en una jugada donde el central argentino forcejeó con el brazo para intentar despejar un balón que los coruñeses habían colgado a la desesperada. La pena máxima fue ejecutada por Borges y prácticamente ahí murió el encuentro. Los béticos concluyeron el encuentro con siete defensas y la ridícula apuesta no sirvió para mantener la ventaja. La medular desapareció y con él la posesión del balón. Concluido el segundo tercio de liga, 28 puntos, décimo cuarta posición. Está todo dicho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario