Este Betis no está para casi nada y romper aquello que impone la lógica se le queda, hoy por hoy, demasiado grande. El aficionado lo sabe y, aunque acude irracionalmente a las gradas para empujar a los suyos, los acontecimientos suceden sistemáticamente de acuerdo al guión establecido, cayendo la abominable realidad sobre las cabezas como una losa. La decepción de la hinchada es tan grande que hasta aquellos que tienen la suerte de presumir de un espíritu más indulgente están ya muy cerca de sentir asco por lo que tienen que soportar semana tras semana, año tras año. A tenor de lo observado en la noche de hoy en Villamarín, el campeonato se les está haciendo muy largo a ambos contendientes, aunque por motivos bien distintos. Los heliopolitanos no se juegan nada desde hace algunas jornadas aunque la salvación aún no sea matemática, mientras que el conjunto de Luis Enrique parece haber llegado fundido al final del campeonato, circunstancia que les ha hecho dilapidar una amplísima ventaja de puntos que ya no le permite margen de error.
Juan Merino planteó esta noche un esquema ultra conservador, con el equipo pertrechado atrás, esperando su ocasión para cazar una contra o una situación aislada que pudiera ponerle en franquicia en el envite. Cuando el Barça tenía la posesión, que era casi siempre, los verdiblancos defendían con Westermann, Pezzella, Montoya y Bruno en el eje de la defensa, sujetando Ceballos y Cejudo las llegadas por los flancos. Lo cierto es que el Betis salió enchufado, intenso y porfiándole el balón al Barcelona. Petros y N´Diaye se mostraban tan solidarios como de costumbre, haciendo muchos kilómetros y tratando de anular las líneas de pase. Antes de cumplirse los cinco minutos, entre Joaquín y Rubén Castro lograron llevar el balón hasta la corona del área, tras aprovecharse de una pérdida de Rakitic en la medular, pero el disparo del canario se marchó fuera tras ser desviado por Mascherano a córner. Bruno remató el saque de esquina pero la jugada concluyó sin consecuencias y ahí prácticamente concluyó la propuesta atacante del Betis en todo el partido. El líder proponía un juego parsimonioso hasta la extenuación que apenas inquietaba el marco de Adán. Las estrellas blaugranas no lograban enlazar en la zona de la verdad y el balón circulaba de banda a banda con un ritmo lento, sin que ninguno de los dos equipos pisara el área rival. La jugada más peligrosa del Barcelona llegó tras un disparo de Neymar desde la frontal, pero Adán detuvo abajo sin mayores complicaciones. Desgraciadamente para los intereses béticos, el partido comenzó a romperse tras la expulsión de Westermann, que vio su segunda amarilla a los treinta y cinco minutos de juego. El zaguero alemán, que había sido amonestado por un supuesto agarrón a Neymar, no midió minutos después en una entrada a Rakitic y un muy protestado Mateu Lahoz no dudó en expulsar al alemán. De ahí hasta la conclusión del primer acto la tónica no varió en exceso pero los hombres de Merino ya no inquietarían el arco de Bravo en lo que restaba de partido, lo cual otorgó aún más aplomo al juego del rival.
Tras el paso por vestuarios el Betis se atrincheró aún más, tratando de aguantar el resultado pero un error de bulto puso en bandeja el primer tanto al Barcelona, después de una inaceptable falta de entendimiento entre Adán y Pezzella que dejó solo al croata Rakitic para enviar el balón a la red y deshacer la igualada. Tras el tanto, el lastre de jugar con uno menos se agudizó y fue un handicap prácticamente insalvable. Merino no aportó absolutamente desde la banda para cambiar el escenario y los cambios de Musonda por Joaquín y Portillo por Ceballos no ayudaron a recuperar la posesión del balón. Rubén Castro era un islote y el equipo no llegaba, con un Barcelona que manejaba el tempo del partido sin verse comprometido atrás. A falta de un cuarto de hora el técnico de La Línea dio entrada por fin a Van Wolfswinkel pero retiró del partido a Rubén Castro, con lo que la dinámica del partido no se rompió. Poco después Luis Suárez, que había marrado minutos antes un uno contra uno ante Adán, recogió un excelente servicio de Messi para subir al electrónico el definitivo cero a dos y dejar el partido visto para sentencia. El estadio comenzó a despoblarse mientras que el encuentro iba languideciendo sin incidencias. El aficionado ha sobrepasado sobradamente el estado de hartazgo, cansado de comprobar la distancia sideral existente entre el apoyo que dona semana tras semana y el nivel pseudo amateur que con alarmante frecuencia parecen tener los gestores de la nave.
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