Jorge Molina Vidal afronta su quinta temporada en el RBB como si fuera la primera. Es encomiable el espíritu del jugador alcoyano, profesional intachable tanto si asume el puesto de titular como si es relegado al banquillo. A lo largo de estos años no ha protagonizado ni un solo episodio disonante y su comportamiento ha estado siempre a la altura de las circunstancias, haciendo grande al club que defendía.
Cuando desembarcó en el verano de 2.010, el aficionado bético, avezado en mil contingencias, mortificantes muchas de ellas, sabía con pleno fundamento que el club se había hecho con los servicios de un gran jugador. Y el tiempo no le ha quitado la razón. Tras la soberbia actuación con la que se destapó el pasado sábado ante el CE Sabadell, el ariete alicantino cumplía su partido número 168 con la camiseta verdiblanca, habiendo accedido hace muchas fechas al Top 10 de anotadores históricos de la entidad con 61 dianas en su haber (1 cada 2,75 partidos).
El cemento de Villamarín muchas veces se ha desesperado al comprobar como se iban al limbo ocasiones marradas por este pundonoroso futbolista cuando, tal vez, lo más sencillo era mandar el esférico a la red, pero es muy cierto también que de sus íntegras botas han nacido jugadas inverosímiles, merecedoras todas ellas de engrosar la centenaria historia del cuadro heliopolitano. Su talentoso juego de espaldas será tan recordado como el admirable maridaje obrado junto a su compañero Rubén Castro, una armónica dupla de leyenda que permanecerá por siempre en la retina del aficionado.
Para siempre en el corazón verdiblanco. |
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