sábado, 10 de enero de 2015

Betis vs CD Tenerife (3-1)

    Jorge Molina y Rubén Castro. Pareja de leyenda, delanteros que la afición verdiblanca no olvidará con el paso de las generaciones. El de Alcoy aúna profesionalidad, sacrificio y gol. El canario es un killer total. No te puedes fiar de él, deambula muchos minutos sin hacer aparentemente nada pero se busca los huecos, huele la sangre. Sin él, este equipo estaría situado en tierra de nadie de esta endiablada categoría. 

Pareja de leyenda.
   Pero sería injusto mencionar solo estos nombres a la vista de lo desplegado en la tarde noche de hoy. La primera parte fue insulsa, anodina, sin chispa (menos peligro que el pescao en blanco, menos sangre que un choco, entre otros comentarios jocosos que adornaron el cemento del Villamarín). El domino de los locales era absoluto pero los tinerfeños estaban bien situados y cerraban las líneas de pase. Las bandas no incordiaban y hasta bien pasada la media hora los verdiblancos no pusieron a prueba al arquero visitante. Un penalti realizado a Molina en los estertores del primer tiempo nos puso con ventaja pero no se habían desplegado, salvo un par de ocasiones mal contadas, argumentos para ir mandando. 

   En la segunda parte el equipo salió un tanto aletargado. El rival estaba obligado a abrir sus líneas para nivelar la contienda, algo que logró a balón parado, en una desaplicación defensiva. Un saque de banda mal ejecutado por Castro permitió al Tenerife iniciar una contra que Ceballos, omnipresente, debió cortar en falta, lo que le supuso una tarjeta amarilla. En el lanzamiento de ésta, los centrales trataron erróneamente de tirar el fuera de juego y permitieron que el atacante chicharrero perforara de tacón la meta bética, haciendo inútil la estirada de Adán. 


Tándem glorioso
   Nivelado el marcador si se pudo ver algo más de mordiente. Apareció la sociedad que tantas alegrías ha proporcionado a la parroquia verdiblanca, Castro y Molina, marcando y asistiendo por igual. Pero como decía antes, por encima de ellos, defiende actualmente los colores del club de al final de La Palmera un chaval con la mayoría de edad recién alcanzada que responde al nombre de Dani Ceballos y que lo hace todo de maravilla. Se afana en cada jugada de forma incansable, contagia sus nervios y tiene una tremenda calidad y visión. Esperemos que forme durante muchos años parte de una alineación aprendida por ser relatada con empacho en los mejores escenarios de Europa. Por cierto, habrá que poner los ojos en otro muchacho, un juvenil que está entrando en las convocatorias últimamente. Fabián, el chaval deja entrever unas maneras realmente halagüeñas, una desenvoltura en sus formas de evolucionar impropias de la edad, una insolencia que hacía mucho no se veía en estas tierras. Tres puntos más en el arranque de Mel como local, queda mejoría, faltan nombres por llegar.


Savia nueva
      


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