domingo, 6 de noviembre de 2016

Villarreal CF vs Betis (2-0)


   El crédito de Gustavo Poyet al frente de este proyecto deportivo que encabeza Miguel Torrecilla estaba agotado para la mayoría mucho antes de que Vicandi Garrido hiciera sonar el silbato que daba inicio al encuentro disputado esta tarde en el Madrigal. Tras la desdibujada imagen exhibida una jornada más por los heliopolitanos no creo que nadie sea capaz ya de discutir un hecho: los días del uruguayo como verdiblamco han concluido. Creo que en ningún caso la destitución de Poyet se puede tildar de decisión apresurada ya que el equipo muestra síntomas alarmantes de abatimiento, no sabe a qué juega, se muestra débil y resquebrajado y no huele la portería rival. Desgraciadamente, el todavía técnico bético nos ha estado sorprendiendo con experimentos inauditos a la hora de conformar las alineaciones, a cada cual más caricaturesca, fruto de su desconcierto e incompetencia. Y este fin de semana no ha sido distinto. Para medirse al Villarreal, uno de los gallitos de la competición, dechado de organización y planificación, Poyet decidió dejar en casa a Ceballos y a Castro en el banquillo. La medular que debía canalizar el juego se erigía sobre las figuras de Petros y Jonas, con Gutiérrez y Cejudo cayendo a bandas. Arriba, Joaquín aparecía incrustado entre la línea de creación y Sanabria, situado como un único punto. En la zaga, Poyet esta vez se decantó por Piccini y Álex Martínez en los laterales, quedando Navarro en el banquillo y Durmisi, ya recuperado, sin convocar. Con este planteamiento carente de juicio pasó lo que tenía que pasar. El Villarreal hizo lo que quiso a lo largo y ancho del partido, manejo la situación a su antojo y solo tuvo que ir madurando el encuentro. Pasados los veinte minutos de juego, Trigueros soltó un zambombazo desde más de 30 metros que se incrustó irremisiblemente en la escuadra de Adán. Es cierto que el Betis no había pasado apuros atrás hasta el disparo del fenomenal centrocampista amarillo pero el resultado era el justo premio al juego desplegado por unos y otros. Carente de reacción, el Betis vivía alejado del marco de Asenjo y comprobaba con impotencia e incapacidad como transcurrían los minutos.

   En el segundo acto aconteció más de lo mismo. Al poco de reanudarse la contienda, un nuevo zarpazo desde fuera del área, esta vez obra de Soriano, duplicó la ventaja castellonense y puso prácticamente imposible la empresa de obtener algo positivo en el encuentro. Con el encuentro visto para sentencia, Poyet redondeó el absurdo con una triple permuta a la desesperada, retirando del choque a Joaquín, Gutiérrez y Sanabria y dando entrada en el terreno de juego a Alegría, Nahuel y Castro. El canario tuvo la ocasión de este modo de disputar su encuentro numero 100 en competición de forma consecutiva, si bien el hito alcanzado llegó acompañado por la penosa y lastimera imagen mostrada por el equipo. Desde ese momento hasta el pitido final el ritmo del encuentro decreció ostensiblemente, en parte porque el Villarreal no precisaba mayores esfuerzos para doblegar sin despeinarse a un Betis cadavérico. En el minuto 70 no llegó el primer disparo entre los tres palos del Betis, un inocente disparo que acabó en las manos de Asenjo sin ningún tipo de problemas. El Consejo debe mover ficha de forma urgente ya que este equipo va camino del precipicio, no juega a nada, no inquieta, no ve puerta. Da pena.

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