sábado, 25 de febrero de 2017

Betis vs Sevilla FC (1-2)


   Lo decía en la previa del encuentro. Ningún resultado que arrojara el derbi podía ocultar la penosa temporada que el equipo está escribiendo, ningún resultado podía encubrir el desastre deportivo perpetrado una vez más desde las oficinas de Heliópolis y, por supuesto, ningún resultado podía invitarnos a pensar en otro desenlace que no sea la salida inmediata del club de los responsables máximos de este fracaso. Por ello, la derrota que se ha merendado el beticismo hoy ante el eterno rival no debe alterar ni un ápice el profundo repudio que la afición debe brindarles a los actuales gestores del club. Solicitaron el favor del accionista y se les concedió, prometieron nuevos bríos y profesionalización y han naufragado, por desconocimiento y torpeza.
La grada de Villamarín ha sido masacrada sin compasión por unos y otros durante las últimas temporadas, tan despiadadamente que están logrando despojar a muchos de su ilusión. La gestión cortijera no acaba de desaparecer de las oficinas de un club con sempiternos embrollos accionariales que no le permiten despegar. Con toda esta confusión amalgamada en las entrañas del bético es evidente que lo que hoy procedía era darle la espalda al equipo, por mucho que doliera. Hoy no era un día cualquiera y hoy teníamos la ocasión de hacer ruido y mostrarle a estos incapaces dirigentes que no estamos dispuestos a que se mantengan en la poltrona ni un segundo más. Esa fidelidad ciega es el señuelo que atrae a los predadores y si no reaccionamos no habrá manera de protegerse de tanto advenedizo incauto.

   Las gradas presentaban un aspecto inmejorable para #ElGranDerbi. Un precioso mosaico dio la bienvenida a ambos equipos, la afición una vez más había puesto todo de su parte para allanar el terreno a sus hombres, olvidando por un instante el oprobio consumado la pasada jornada en Los Carmenes. Víctor Sánchez del Amo recuperó para este encuentro a dos de sus hombres más importantes, Ceballos y Pezzella, ausentes en Granada al tener que cumplir ciclo de amonestaciones. Sanabria volvió a contar de inicio con la confianza del técnico en detrimento de un Álex Alegría al que le pasó factura su mala actuación ante el conjunto nazarí. El partido arrancó con un Betis mandón y presionante, preocupado de no dejar carburar a la medular sevillista. A los diez minutos Sanabria cabeceó ligeramente alto un excepcional servicio de Durmisi, que se había zafado en banda de su par, alardeando en el gesto de velocidad y precisión. Dos minutos después fue Rubén Castro el que probó a Sergio Rico pero el balón acabó sin problemas en las manos del meta nervionense. El Sevilla no aparecía por las inmediaciones de Adán y los locales lo intentaban una y otra vez. Petros, en semifallo, estuvo a punto de inaugurar el marcador pero el remate se perdió mansamente junto al palo izquierdo. Sobrepasado el ecuador del primer acto Mandi cabeceó al larguero. El gol no llegaba y el público se impacientaba. En el minuto 35 Durmisi se encargó del lanzamiento de una falta cerca de la frontal que le costó la amarilla a Nzonzi. El disparo del danés atravesó entre los hombres que formaban la barrera, sorprendió a Rico y se convirtió en el primero de la tarde. Delirio en la grada y celebración en el césped por todo lo alto. Hasta el final del primer acto el Betis se dedicó a arrinconar al oponente y se afanó en mantener la ventaja y enfilar el túnel de vestuarios por delante en el marcador.

   Sampaoli movió el banquillo tras la reanudación, permutas que a la postre resultaron decisivas. Vázquez y Sarabia, prácticamente inadvertidos, dejaron su puesto a Iborra y Ben Yedder. Por parte verdiblanca, Víctor apostó por los mismos actores que tan buenas sensaciones habían dejado en la primera mitad. Piccini fue el primero que lo intentó tras el paso por vestuarios pero su disparo se estrelló contra el lateral de la red. Cinco minutos después llegó el tanto del empate, gol que trasladó la desesperación a la grada. El equipo había dado un paso atrás y estaba permitiendo las llegadas del rival pero sería en una jugada a balón parado donde el Sevilla lograría la coyuntura perfecta para igualar la contienda. Iborra remató con comodidad al lanzamiento de una falta y Mercado tuvo tiempo de recoger el despeje de Adán para batir a placer al meta bético. La defensa volvía a hacer aguas. El equipo estaba ofreciendo una imagen radicalmente opuesta a la exhibida durante los primeros cuarenta y cinco minutos y el rival ahora desplegaba velocidad y verticalidad para presentarse con comodidad en zonas de peligro. Víctor no estimó oportuno mover el banquillo hasta el minuto 75, cuando Álex Alegría y Jonas Martin sustituyeron a Tosca, que había visto la tarjeta amarilla y Sanabria, que una vez más se se había mostrado absolutamente inoperante. Justo en ese instante llegó la jugada del segundo tanto sevillista, muy similar a la del primero. De nuevo tras el bote de una falta, Nzonzi impuso con pasmosa facilidad su envergadura por alto (para vergüenza, si es que la tienen, de la secretaría técnica, que no debió adivinar esa faceta tan primordial en el fútbol moderno) y prolongó para la llegada de Iborra, que batió a Adán con comodidad. Es cierto que Nzonzi se encontraba en posición antirreglamentaria en el momento del saque de la falta pero lo que realmente indignó a la afición fue advertir como la superioridad sevillista estaba radicando en ganar dos balones por alto, a sabiendas de que eso era suficiente para imponerse al eterno rival. Así de simple. El segundo tanto tumbó al Betis y aunque restaba tiempo material, el juego no dio para más y los puntos volaron una vez más para Nervión. Los objetivos, los derbis y los sueños se logran con proyectos bien diseñados y no con corazón y falsa animosidad. Lo dijo Dani Ceballos en zona mixta a la conclusión del encuentro: en Granada hicimos el ridículo y hoy lo hemos rozado. De mal en peor...

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