El Betis, un juguete roto en manos del conjunto armero |
La afición bética es incapaz de recordar ya los ridículos que ha tenido que soportar por culpa de las malas gestiones, la incapacidad de sus gestores y los salteadores que han campado a sus anchas en las oficinas del club. Lo peor de todo es que da la sensación de que el esperpento vivido esta tarde no será el último y la paciencia, hasta la de la parroquia heliopolitana, tiene un límite. Esta tarde hemos asistido a un hecho hasta ahora inédito, ya que buena parte del público asistente a la bochornosa derrota ante el modesto Eibar ha pedido a voz en grito la cabeza de su entrenador, cántico del que, por muy malas que vinieran dadas, jamás había sido testigo el cemento de Villamarín desde su llegada en el verano de 2010.
Lo cierto es que un humilde pero bien armado equipo ha pasado por encima del conjunto bético, una vez más incapaz de ofrecer ante los suyos una imagen mínimamente digna. El cuadro eibarrés ya vencía 0-2 al cuarto de hora, fruto no solo de la endeblez de la cobertura local. No es excusa que los centrales titulares estuvieran ausentes por lesión, como tampoco es de recibo que las iras del respetable se cebaran únicamente con Figueras. El error en la marca de Molinero en el segundo tanto es sencillamente inaceptable como lo fue, casi al final del horroroso primer tiempo, el error de Castro, solo ante Riesgo, que hubiera recortado las distancias y, quien sabe, si propiciado un desenlace distinto. El delantero canario era una isla que contemplaba atónito como el desarrollo del juego estaba muy lejos de las inmediaciones de Riesgo. La medular no carburaba, la distancia entre líneas era sorprendentemente perceptible y los manijeros del cuadro azulgrana se desplazaban a placer. Keko fue un incordio constante ante el que nada pudieron hacer los hombres de un Mel que no compareció en el banquillo por la sanción de dos partidos impuesta por los comités tras sus airadas propuestas en el Nou Camp. A pesar de ello, su única reacción ante el desaguisado fue colocar a Molina a dar carreras por la banda durante buena parte del primer tiempo.
El Eibar salió en el segundo acto a remar y guardar la ropa, situación que el Betis tampoco aprovechó. Molina suplió a Vadillo, intentando tener más presencia arriba. Sin embargo, hoy no era el día de Castro, que falló situaciones incomprensibles que le podrían haber dado vida al equipo. Cejudo, tras una gran jugada personal, tampoco supo concretar. Sin embargo, serían de nuevo los visitantes los que anotarían para cerrar definitivamente el encuentro. El tanto de Adrián, que remachó a la red tras una fantástica jugada colectiva, encendió las iras en la grada y buena parte del respetable comenzó a desfilar por los vomitorios del estadio. La guinda la puso el recién ingresado Borja Bastón, quien, de excepcional derechazo, colocó el esférico en la escuadra de Adán para poner en el luminoso el definitivo 0 a 4. Nuevo atropello a la grada bética que, desesperada y temerosa ante un posible nuevo descalabro, entonó el "Pepe vete ya". Inaudito.
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