Al chaval (al resto de la ciudadanía también) que ha querido rendir homenaje a N´Diaye por el episodio del derrumbe de la grada en el último partido de la pasada campaña habría que explicarle que lo que hizo el jugador senegalés es lo único que podía hacer. ¿Iba a dejarlo allí tirado para que lo aplastaran? Es como dar las gracias cuando un coche se detiene para que atravieses por un paso de cebras. A la coherencia no habría que darle importancia, habría que denunciar y ensalzar solo lo absurdo. Eso da una idea de la sociedad que tenemos.
Fue aquella larga y cálida noche de verano, allá por el año 1977. El Real Betis Balompié logró coronarse campeón de la primera Copa del Rey, tras derrotar contra todo pronóstico a un rutilante Athletic de Bilbao. Aquella gesta afianzó ese Manquepierda inherente al club de las Trece Barras, ese aire mágico de una sociedad de ascendencia inequívocamente masónica. Nada de conformismo, siempre a por la victoria, incluso cuando los astros señalan que no es el día.
sábado, 1 de noviembre de 2014
Homenaje a N'Diaye
Al chaval (al resto de la ciudadanía también) que ha querido rendir homenaje a N´Diaye por el episodio del derrumbe de la grada en el último partido de la pasada campaña habría que explicarle que lo que hizo el jugador senegalés es lo único que podía hacer. ¿Iba a dejarlo allí tirado para que lo aplastaran? Es como dar las gracias cuando un coche se detiene para que atravieses por un paso de cebras. A la coherencia no habría que darle importancia, habría que denunciar y ensalzar solo lo absurdo. Eso da una idea de la sociedad que tenemos.
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