Ruinoso. El Betis de Poyet se ha vuelto a estrellar (si es que alguna vez llegó a alzar el vuelo) y ha ha vuelto a dejar escapar todos los puntos de su feudo, ante un rival vulgar y ramplón. De inicio, El RCD Español se plantó en el verde del Villamarín con la única intención de mantener el orden atrás, ejerciendo una ligera presión arriba para obstaculizar la salida de los locales, algo que logró sin demasiados problemas. El cuadro verdiblanco se presentaba, y no de forma casual, como un equipo plano, sin verticalidad, lento y previsible. Han transcurrido ya 10 jornadas del campeonato y parece un hecho constatado que el técnico uruguayo no tiene ni la más remota idea de lo que tiene entre manos. De inicio, se ha dado cuenta por aclamación popular de que Piccini no debía jugar ni un solo segundo más y que Rubén Castro tiene un sitio reservado en este Betis, sea cual sea el dibujo utilizado. Tan solo falta que comprenda, si sus destitución no llega antes, que en este Betis no hay otro jugador con el perfil de Dani Ceballos (hoy ha tenido que ver el partido desde la grada al ser el descarte de última hora). Con esta falta de personalidad y las salidas de tono exhibidas ante la afición, la prensa y todo aquel que se le ponga por delante, creo que Poyet ha demostrado ya todo lo que es capaz de aportar a la entidad, con lo que bien haría el Consejo en destituirlo esta misma noche y no perder más el tiempo.
Poyet optó esta tarde por un 4-4-2, con Rafa Navarro ocupando el sitio de Piccini en el lateral diestro como única novedad en la zaga. De inicio la medular estaba compuesta por Joaquín en la derecha, Petros y Jonas por dentro y Felipe en el perfil izquierdo. Con el transcurso de los minutos el portuense se incrustó en medio, a la vista de la falta de clarividencia de la que adolecía el equipo para mover el balón. Por momentos eran los centrales los que más tocaban el balón y en más de una ocasión a lo largo del choque tuvieron que atreverse a salir fuera de su zona con el balón jugado para romper la presión. Arriba, Sanabria y Castro por decisión popular, se mostraron inoperantes durante todo el encuentro. El partido fue soporífero, infumable para el espectador. Los minutos pasaban y ni uno ni otro se hacían acreedores a nada que no fuera el triste empate que lucía en el luminoso. La falta de recursos de este equipo supuestamente construido para elevar el nivel provocó una vez más el bostezo generalizado en un graderío que despedió a los suyos al término del primer acto con música de viento.
Tras el paso por vestuarios los locales parecieron querer imprimir algo de intensidad. El rival no asustaba y solo era cuestión de acosar y prodigarse arriba para que antes o después llegara la ocasión. Pezzella estuvo apunto de lograrlo pero Diego López lo impidió con una gran estirada. Sin embargo, serían los periquitos los que lograrían abrir el marcador, un zarpazo que a la postre sería definitivo. Diego reyes, cabeceando con una facilidad pasmosa casi a bocajarro, ante la falta de oposición de una defensa escasamente contundente, rompió el partido a favor de los españolistas, sin hacer absolutamente nada. Poyet, pertrechado en su caseta hasta el final de la contienda, se vio superado por las circunstancias y sus argumentos para darle la vuelta al marcador fueron del todo inoperantes. Quedaba tiempo por delante pero ni los cambios (Cejudo y Nahuel por Joaquín y Jonas) ni la actitud fueron remedio para resolver la situación. Con casi un cuarto de hora para la finalización ingresó en el terreno de juego el bueno de Álex Alegria, sustituyendo a un Rafa Navarro que cumplió con creces. La entrada del tercer delantero fue una medida a la desesperada pero la meta españolista apenas se vio inquietada. Diego López solo pasó apuros en el alargue, tras un nuevo remate de Pezzella que acabó estrellándose en el palo. Nueva derrota en casa y el grito del respetable fue casi unánime: "Poyet, vete ya". Desgraciadamente, de momento el Consejo no moverá ficha. Pierden el tiempo.