Han pasado algunas horas ya desde que Velasco Carballo decretara el final de la contienda en el Sánchez Pizjuán. El Betis ha vuelto a caer ante el eterno rival, tristemente, sin plantar cara y sin apenas poner a prueba a Rico, cuya aportación en el partido fue prácticamente testimonial. Al menos, algunos se atreven a afirmar, no nos han metido cinco. Tal vez no estén del todo exentos de razón ya que, visto lo visto, la diferencia entre ambos clubes se ha vuelto a poner de manifiesto de forma casi insultante, para pesadumbre de una afición que se encuentra mucho más que frustrada. Adán y Bruno declararon sin tapujos a la finalización del encuentro que la diferencia existente hoy por hoy entre el Betis y su vecino es abismal y Merino corroboró esa impresión sin tapujos. Es una circunstancia que no se le escapa a nadie pero ello no debe ser excusa a la hora de elaborar esta crónica. En Heliópolis no acaban de acertar con el tejido de unas estructuras que coloquen deportivamente a este equipo en el sitio donde realmente debe estar. Desgraciadamente, la temporada que viene el equipo deberá ser remodelado de nuevo en todas su áreas ya que los rectores béticos tienen que buscar al director deportivo que supla a Macià, al entrenador que reemplace a Merino y ¿cuántos? ocho o diez futbolistas, por lo menos, que mejoren el nivel mediocre alardeado durante toda la temporada. En fin, hartazgo, asco, cansancio y casi indiferencia.
Por mucho aliento de despedida que se brinde, muchos #hashtags que se confeccionen y muchas camisetas que se exhiban por las cuatro esquinas de esta ciudad, cuando no se puede, no se puede. Y, como decía aquel, además es imposible. Ya lo hemos referido en diversas ocasiones pero es necesario incidir hasta la extenuación en la diferencia existente entre ambas entidades, algo que, por respaldo social, no debiera ser tan palpable. El Betis salió enchufado al partido. Presionaba arriba la salida de balón del rival y lograba que los minutos fueran pasando sin que se moviera el empate inicial. Merino sorprendió con Bruno jugando en el lateral derecho y Montoya, que regresaba al once, por el izquierdo, con Pezzella y Westermann en el centro de la zaga. Joaquín y Musonda salieron con brío pero entre la escasez de acierto arriba y que el equipo no era capaz de dar dos pases seguidos, el Sevilla se adueñó sin mayores problemas de la posesión y del partido. Sergio Rico era un espectador de lujo y las ocasiones empezaron a llegar para el cuadro nervionense, aunque no logró atinar con la meta de Adán. El cero a cero inicial fue el resultado con el que concluyó el primer tiempo, con un Betis tratando de dar la cara pero con escasos argumentos futbolísticos.
El comienzo de la segunda mitad evidenció que el paso por vestuarios no había servido para nada. Se repetía la misma tónica del primer acto, con un equipo verdiblanco plano e inoperante, absolutamente desprovisto de calidad para inquietar el marco sevillista. Cejudo, que suplió a un errático Musonda, pudo haber inaugurado el marcador, pero el gran chut desde la frontal del cordobés fue desviado a córner por Rico sin demasiadas complicaciones. Westermann remató dentro del área pero el balón se marchó algo desviado junto al palo derecho de Rico. Ahí se acabó la pólvora heliopolitana. Sobrepasada la hora de partido Nzonzi alcanzó la línea de fondo y su centro, tras tocar en Pezzella, llegó franco a Gameiro quien, libre de marca, cabeceó a la red para hacer el primero de la tarde. Incomprensible que el ariete galo apareciera como Pedro por su casa sin que nadie de la zaga pudiera incomodarle en la acción que encarriló el encuentro. A renglón seguido Merino retiró a Joaquín del partido, dando entrada a Van Wolswinkel pero el equipo siguió sin crear peligro, ahogado en la presión sevillista y en su propia incapacidad. Restando diez minutos para la conclusión, Coke, que acababa de ingresar en el campo, hizo el segundo y definitivo tanto con un zapatazo soberbio desde fuera del área ante el que Adán nada pudo hacer. Partido visto para sentencia que fue languideciendo al ritmo que los locales impusieron. El técnico verdiblanco puso en el campo a Fabián en lugar de un trabajador Petros pero el marcador ya no se movería. Imagino que Merino quiso de alguna manera justificar la convocatoria del palaciego en el partido cuando el filial, que había logrado un inservible empate en el derbi chico disputado por la mañana, se estaba jugando la vida y su presencia allí era mucho más relevante. Nueva debacle, nueva mofa, misma guasa y el aficionado que solo espera que este consejo de administración haga recalar en este equipo a profesionales válidos que no arrastren más el escudo de las trece barras.
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