domingo, 10 de abril de 2016

Betis vs Levante UD (1-0)


   Demencial. Resulta lastimoso ser testigo de la indignidad de un equipo que no se cansa de alardear siniestramente su manifiesta indigencia, conducta que, a pesar de haber sido seña de identidad durante buena parte de su centenaria historia, no deja de ser reprochable. Lo peor es que el respetable sigue sin saber cuando alguien podrá poner fin de una vez por todas a esta tendencia suicida que reina en todos los estamentos del club. El Betis deambula por el césped con una ruindad execrable, con actitud indolente y falta carácter, con una ausencia de recursos que casi desprestigia la práctica de este deporte, para padecimiento de unos aficionados que ya no saben a quien culpar. Sin patrón definido de juego, el equipo de Merino ha entrado en una dinámica claramente descendente, exhibiendo con insistencia errores recurrentes como la distancia entre líneas, una escasa cohesión y una nula verticalidad. El Betis avergüenza a los suyos con una carencia de calidad obscena. Esta penuria deja al aire, sin duda, la incompetencia de una nauseabunda planificación. No obstante, todos estos síntomas han sido minimizados, una vez más, gracias a la aportación de un jugador que ya es leyenda en Heliópolis, un jugador que no precisa casi nada para convertir en oro el pedernal. Rubén Castro rentabilizó el único tiro a puerta de su equipo con tres puntos que prácticamente certifican la permanencia. El delantero canario convirtió anoche su decimoséptimo tanto de la temporada y gracias a su clarividencia el Betis podrá, a buen seguro, seguir jugando entre los grandes una temporada más. Pero sería de una insolencia inaudita dejar de ver las incontables lagunas que tiene este equipo, a nivel táctico y de calidad de los hombres que se enfundan cada fin de semana la camiseta. Tanto trabajo queda por delante que este verano deberá ser de nuevo revolucionario en el capítulo de altas y bajas.

   Mucho se había hablado durante toda la semana de la excelente implicación de los futbolistas y del extra de motivación que tenían para sacar este partido adelante. Calificado por ellos mismos de  auténtica final, el vestuario se había conjurado para dejar los tres puntos en casa, a sabiendas de lo que ello implicaba de cara al objetivo. Había que morder primero, tirar primero, marcar primero pero solo lo último se cumplió. Es cierto que al final lo que cuentan son los puntos pero el deleznable partido ofrecido por los verdiblancos debe ser puesto de manifiesto por encima de todo, si en algún momento queremos dejar de lidiar en la zona mezquina de la tabla clasificatoria. Merino colocó de inicio un bloqueo organizado con un 4-4-2, con Joaquín y Musonda por los flancos, N´Diaye y Ceballos por dentro en la creación y los dos puntas más repetidos y celebrados de los últimos años, Molina y Castro. Desde el principio fueron los visitantes los que tuvieron el peso del partido y las ocasiones. Antes de que se cubriera el primer minuto de juego Adán tuvo que interponerse en el primer intento grandota.  Más tarde sería Verdú el que marraría incomprensiblemente ante la meta de Adán, tras buen centro de Casadesús. El acercamiento más importante del Betis en toda la primera mitad llegó tras la internada de una activo Musonda pero el remate de Castro fue repelido por Mariño. Minutos después fue Rossi el que penetró entre los centrales béticos como cuchillo en mantequilla pero su lanzamiento se estrelló en el lateral de la red. Posteriormente sería Medjani el que, a la salida de un córner, se elevaría con autoridad en el área pequeña pero la parada abajo de un inconmensurable Adán, de nuevo decisivo, impidió que el cabezazo se convirtiera en el primero de la noche. Como no podía ser de otro modo, tras el pitido final de un protestado Prieto Iglesias, llegó la sonora bronca de los más de 37.000 espectadores que se dieron cita en Villamarín para alentar a los suyos y volvieron a sentirse decepcionados por el grupo que los representa.

   En el segundo tiempo el panorama no cambió demasiado aunque los hombres de Merino intentaron irse arriba y arrinconar a su rival. No obstante seguiría siendo el Levante el que tendría las ocasiones para inaugurar el luminoso. Lerma, por partida doble, lo intentó sin éxito desde fuera del área. Se mostraba incapaz el Betis ante un colista, que, sin excesiva convicción, se presentaba una y otra vez en el balcón del área. Era incomprensible la pérdida de tiempo de los hombres de Rubí, que llegaban a Villamarín jugándose la vida. El público se impacientaba y el cambio de piezas (Ricky por Molina) dispuesto por el técnico bético no hacía cambiar el panorama. A falta de 20 minutos para la conclusión Cejudo reemplazó a un lesionado Molinero y sería precisamente el cordobés el que, tras una galopada de Musonda, colocaría de forma exquisita un centro para que Castro, quien sino, rematara a la red el tanto de la victoria y casi de la salvación. El ariete bético irrumpió en posición correcta y peinó el balón sin que Mariño pudiera hacer nada para atrapar el balón. En este tramo final del partido los locales supieron jugar con el tiempo y, salvo una internada de Morales tras centro envenenando de Verdú, que encogió el corazón del público, los minutos se consumieron y nada comprometió la agónica victoria verdiblanca. Ya no sé si los rectores heliopolitanos son capaces de, a la vista de lo exhibido durante toda la temporada, recomponer la plantilla para dar el salto de calidad que esta entidad demanda y, definitivamente, creo que debe asumir. Pericia, aptitud y profesionalidad. ¿Tenemos? 


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