El RBB ha logrado esta noche una importantísima victoria ante el Athletic en Villamarín, gracias a un único tanto logrado en la primera mitad por Rubén Castro. Al margen de los puntos, de incuestionable valor en pos del objetivo de abandonar cuanto antes los puestos calientes de la tabla, el equipo ha ofrecido una más que aceptable imagen, sobre todo durante los primeros cuarenta y cinco minutos, que hace olvidar el esperpéntico paso de Gustavo Poyet por el banquillo verdiblanco. El cuadro heliopolitano se fajó con un compromiso practicamente inédito durante las últimas campañas, estuvo bien plantado en todas las áreas del campo, cerró espacios, y por momentos, generó un juego vistoso y vertical. Víctor Sánchez del Amo ha logrado en cinco partidos que su equipo sea reconocible. Este Betis no es nada del otro mundo pero al menos juega arropado desde atrás, en constante asociación, abre el campo por las bandas con dos laterales largos y exhibe profundidad gracias a la creación de Ceballos y a la asociación arriba de Castro y Sanabria, dos estiletes que empiezan a conocerse.
Comenzó el Betis jugando en terreno de juego vizcaíno. El técnico bético volvió apostar por 5-3-2, un dibujo que en ocasiones tornaba a 4-4-2, incrustándose Donk entre los tres centrales, mientras Durmisi y Piccini se manejaban como extremos al uso. Por cierto, llamó la atención de nuevo la titularidad de José Carlos en el eje de la zaga, desbancando a Bruno del once. El canterano, abrigado en el buen entramado defensivo planteado por Víctor, mostró una imagen digna a pesar de tener que lidiar en más de una ocasión con la rapidez y la explosividad de un jugador como Iñaki Williams. En la zona ancha Joaquín "sustituyó" al sancionado Petros y en la punta el mister volvió a apostar, como no puede ser de otro modo, por la dupla Sanabria y Castro. El paraguayo poco a poco va demostrando los motivos por los que la secretaría técnica apostó fuertemente por sus servicios. En la noche de hoy el joven ariete sudamericano cuajó un enorme encuentro, estando presente en todas las peleas y desplegando una portentosa entrega que el bloque agradeció.
Al filo del cuarto de hora de partido Laporte probablemente debió haber visto su segunda cartulina amarilla, en una jugada en la que el zaguero, tal y como demostraron posteriormente las imágenes de la retransmisión, agarró a Castro por la camiseta. Sin embargo, el que vería la cartulina sería el propio Rubén Castro, a juicio del colegiado, por simular un caída. Cierto es que el canario tal vez exageró en el movimiento, circunstancia esta que seguramente confundió al trencilla. A renglón seguido llegaría la jugada del único gol del partido, lance donde volverían a encontrarse los mismos protagonistas. Castro le ganó esta vez la posición al central francés del Athletic, cedió el balón a Sanabria y el paraguayo se la devolvió al canario, que, de primera, logró batir a Kepa. Laporte se quejó al final del choque de un empujón de Castro en la disputa del balón pero el colegiado ni tan siquiera hizo amago de discutir la validez del tanto. El gol, séptimo del curso para Castro, era el premio a la intensidad mostrada y a una actitud seria y sin fisuras. Minutos después, Williams disparó a puerta pero la acción aislada del extremo vasco fue abortada por Adán, muy seguro bajo palos. El Betis siguió exhibiendo recursos suficientes para mantener la ventaja en el marcador, neutralizando con solvencia los intentos del rival por nivelar la contienda. En los instantes finales, el Athletic merodeó el área bética y puso algo de suspense a los segundos finales pero Mateu Lahoz acabó indicando el camino de los vestuarios sin incidencias que reseñar de cara al electrónico. Ni los más viejos del lugar recordaban a un Betis tan intenso, solidario y vertical. Ceballos mostró su mejor versión, multiplicándose en defensa y ofreciéndose como brújula del equipo. Durmisi, tal vez algo alocado, inquietó por su banda, Pezzella echó el cerrojo y Castro situó el límite de su inmensa leyenda aún más lejos. Quede esto dicho para las generaciones venideras.
El paso por vestuarios no modificó en absoluto el guión. Ernesto Valverde se desesperaba en la banda, comprobando como la posesión del balón no le servía a su equipo para inquietar el marco de Adán. Alcanzada la hora de partido el Betis comenzó a acusar el esfuerzo y Víctor decidió mover el banquillo. Cejudo suplió a Piccini, al que el agotamiento le llevó a meterse en más de un lío con el balón en los pies. Además, el italiano había visto la amarilla en el primer tiempo y el técnico entendió que la pérdida de un efectivo hubiera trastocado seriamente los planes. Pocos minutos después sería Pezzella, lesionado, el que dejaría su sitio a Bruno. El argentino realizó un encuentro perfecto pero unas molestias musculares le impidieron continuar. Afortunadamente, la cosa quedó en un susto y fue el propio entorno del futbolista el que confirmó que se trataba solo de una pequeña deshidratación que en principio no le va a impedir jugar el próximo encuentro. Los minutos fueron transcurriendo en perfecta comunión con la grada, un público que con esta versión de su equipo si se siente orgulloso. A falta de diez minutos para la conclusión, Yeray impidió bajo palos el segundo tanto bético, que hubiera cerrado la contienda. Un balón colgado por Cejudo fue cabeceado por Sanabria, remate que llegó franco a Joaquín en boca de gol pero el portuense no acertó a rematar. En lo estertores del partido sería Donk el que remataría fuera incomprensiblemente un perfecto centro de Joaquín. Hasta el pitido final, muchos apuros por mantener la exigua ventaja en el marcador pero los tres puntos se quedaron con toda justicia en Heliópolis. El descenso queda ahora a seis. Joaquín intervino a la finalización del partido a pie de césped y, además de conceder una gran importancia a la victoria conseguida, reconoció que el equipo debe trabajar para lograr mayor posesión de balón, sabedor de que ello contribuirá definitivamente a un desgaste menor del bloque. O dicho en sus propias palabras, tener más la pelota para correr menos. Genio y figura.