¡Caray! Tuvo que ser en un terreno de juego anegado que impedía la práctica del fútbol, con una lluvia incesante que no aclaraba el panorama, en un encuentro que no se debió disputar, fue entonces cuando las huestes de Merino demostraron garra, entusiasmo y ganas de arrebatarle autoritariamente al rival el botín. La mejor imagen de la temporada cuando el balón no podía circular sino a base de pelotazos.
Intensidad bajo la lluvia. |
Merino le ha dado otra cara al equipo, a un conjunto que se encontró triste y ramplón, el que ha dejado Velázquez. Supo hacer los cambios cuando tocaba e inculcó a los suyos, aún a sabiendas de que su situación es transitoria, lo que significa este club y lo que hay que hacer en el césped para mantener intacto el prestigio del club de las 13 barras.
Merino es un hombre de club, ha vestido la elástica verdiblanca en más de trescientas cincuenta ocasiones. Supongo que les habrá dicho a sus hombres que son jugadores de segunda y en esta categoría hay que bregar como jabatos para que ese plus de calidad que se les supone pueda desequilibrar el marcador en alguna de las ocasiones que se van a presentar. Como finalmente ocurrió en el barrizal de Palamós, al final definió el de siempre, San Rubén Castro, marcando y asistiendo, igualando marcas de hace décadas y tratando de contagiar a sus compañeros el reflejo del camino que debe guiar al equipo para lograr el inexcusable objetivo del ascenso.
El camino es el forcejeo. |