sábado, 20 de agosto de 2016

FC Barcelona vs Betis (6-2)


   El estreno liguero del RBB no ha podido ser más decepcionante. De nada ha servido que el nuevo entrenador llegara poco antes de la conclusión de la pasada campaña, con todo el tiempo del mundo para haber confeccionado una plantilla de garantías. Torrecilla tenía claros los puestos que había que reforzar y las bajas que había que afrontar, sin embargo, el atasco provocado en la contratación del mediocentro y el central, esenciales para otorgar músculo y consistencia, ha empañado una planificación que comenzó de forma aseada y ágil. Ello ha desembocado en una alarmante falta de solidez que vuelve a lastrar a los verdiblancos. Además, el equipo ha ofrecido durante los encuentros de pretemporada una imagen en clara línea descendente y, a la vista del ridículo ofrecido esta tarde, da la sensación de que el técnico no ha sido capaz de imbuir esos nuevos mecanismos y conceptos tácticos. Con todos estos ingredientes encima de la mesa, mostrarse optimista de cara a la visita al vigente campeón liguero era para que te reprocharan, como mínimo, de insensatez. Y lo que es peor, el prometido salto de calidad será inviable con estas constantes tan poco alentadoras.

   Puso el balón en juego el Betis y lo manejó durante 2 minutos en zonas del campo alejadas de las áreas, sin incidencia alguna para el resultado. Pero se atisbó pronto, en cuanto el cuadro azulgrana tomó posesión del balón, que el encuentro se les iba a hacer muy largo a los hombres de Poyet. Y así fue. Puso en liza el uruguayo una defensa con tres centrales y dos carrileros, Durmisi y Cejudo (¡). Creo que no hace falta que les jure que el de Puente Genil no debe jugar ni un segundo más en el Betis. En la medular aparecían Martin, Gutiérrez y Petros, con Sanabria y el incombustible Rubén Castro en la punta del ataque. El hecho de acumular futbolistas en la zaga no fue inconveniente para un Messi en plan estelar y en el minuto 6 el argentino colocó un balón en el interior del área que Cejudo no fue capaz de despejar. Rebasado el cordobés, el balón lo recogió Alba y su perfecta asistencia sirvió para que Arda, libre de marca, solo tuviera que empujarla, sin que el intento de despeje de Mandi, situado bajo palos, pudiera evitarlo. Los locales manejaban el encuentro a sus anchas, se plantaban en las inmediaciones del arco defendido por Adán con una insultante facilidad. En el ecuador del primer acto, Felipe Gutiérrez fue objeto de falta en la frontal y Rubén Castro decidió asumir el lanzamiento de la misma. El canario demostró en la primera oportunidad que tuvo que sigue siendo el jugador de más valor de esta plantilla, colocando el balón en el fondo de las mallas tras un chut impecable. El gol fue de gran belleza pero dio la sensación de que Bravo pudo hacer algo más. Con la igualada de nuevo en el electrónico, el aficionado por un instante pudo pensar que se iba a ver un partido distinto. Pero no fue así. Martin era el único que le daba cierta estabilidad al juego bético, multiplicándose en todas las zonas del campo, y cuando el galo tuvo que abandonar el partido por culpa de un esguince de tobillo el equipo lo acusó. Ceballos saltó al césped del Nou Camp pero los culés se fueron como lobos enfurecidos a por el encuentro y, antes del descanso, Messi y Suárez desnivelaron de nuevo la contienda, esta vez de forma definitiva. 

   Tras el paso por vestuarios, Suárez y Messi volvieron a anotar para su equipo y por momentos dio la sensación de que el Betis iba a sufrir una goleada de época. El conjunto heliopolitano era un muñeco roto, con una defensa de porcelana que se veía incapaz de afrontar todas las acometidas que le llegaban. Adán realizó intervenciones de mucho mérito que impidieron que el resultado fuera aún más escandaloso. Luis Suárez redondeó su tarde con un gol de chiste, el tercero de su cuenta personal, tras el lanzamiento de una falta en la que los verdiblancos colocaron una esperpéntica barrera de tres hombres de la que se mofó el uruguayo con un zapatazo que masacró el marco de Adán. En los compases finales, cuando el Barça hacía muchos minutos que había levantado el pie del acelerador, Rubén Castro recogió un balón suelto en el área barcelonista para maquillar el marcador con su segundo gol de la tarde. Mi hartazgo es tal que no acepto pretextos ni excusas de ninguna índole. Perder era previsible pero ¿de esta manera tan sonrojante? Es indecente que el Betis comparezca con esta actitud en el campeonato, sin alma, sin fuerza, perdido. Me asusta que Poyet, en la rueda de prensa posterior a la convocatoria, indicara que estaba contento con el equipo y que quizá no fuera necesario la llegada de otro central. Con esa pose tan poco exigente no llegará usted muy lejos, mister. Y las vergüenzas. Que alguien del club enseñe a los futbolistas que, tras la vergonzante actuación, no pueden dedicarse a pedirle la camiseta al rival. Aunque sea la de Messi. No arrastren más el club, demuestren indignación, hagan manifiesta una corajina que no debiera permitirles ni respirar. La que tenemos los aficionados que esta tarde os hemos visto hasta el pitido final. 

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